Todo lo bueno se acaba y esta campaña llega a su fin. Los últimos días hemos estado ocupados descubriendo las últimas piezas de la excavación e interpretando la problemática del yacimiento a través de sus múltiples estratos.
La interpretación de los estratos es muy importante para nuestro trabajo, ya que los procesos sedimentarios que ocurren en una cueva tienden a ser complejos. Los diferentes estratos de tierra tienen características propias que nos marcan los cambios producidos en unos y otros y nos permite distinguirlos. El color y el tipo de elementos geológicos que conforman cada capa nos permiten conocer los procesos postdeposicionales que tuvieron lugar en ese período concreto en el que se formó el estrato y diferenciarlos en el tiempo.
Pero la tierra que vamos retirando no sirve únicamente para realizar una mera interpretación geológica del yacimiento y no acaba directamente en la terrera, como ocurre con otras cronologías, sino que para evitar perder información arqueológica y paleontológica recogemos toda la tierra y la guardamos en sacos etiquetados con los datos del nivel y la cuadrícula. Estos sacos se bajan al laboratorio y allí se lava la tierra que contienen con una malla de 7 y otra de 1 mm.
Al lavar el sedimento se elimina la tierra y la arcilla. Los elementos que quedan se dejan secar en plásticos y una vez secos se recogen y se trian. El proceso de triar consiste en ir apartando piedra a piedra para poder ir recuperando los restos que se nos hayan podido escapar en campo. De esta forma podemos encontrar restos de talla, fauna, coprolitos y especialmente los restos de pequeños mamíferos que aportan gran información a nivel paleoambiental.
Los últimos días se aprovecha el tiempo en el laboratorio para triar el máximo sedimento posible para no llevarnos tanto trabajo a Santiago. Además de ello también se toman cotas finales de
campaña, se bajan las herramientas de excavación de la cueva y se protege el sedimento con geotextil para evitar su deterioro.
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